sábado, 3 de diciembre de 2011

Memoria, Ciudad y Construcción de Ciudadanía

Francisco Rodríguez

Resumen
Memoria, ciudad y construcción de ciudadanía.
Abordar el tema de la ciudad de acuerdo a un enfoque de complejidad, implica verla esencialmente como subjetividad que envuelve una memoria y una identidad. Es este el camino que nos puede llevar a definirla como espacio para la resistencia al proceso de homogeneización que la globalización impulsa. Esto significa tomar el concepto de memoria colectiva como estrategia de reconstrucción de la ciudad y a la propuesta de construcción de ciudadanía como el lugar natural de este proceso.

Palabras Clave: Memoria histórica, Construcción de Ciudadanía, Identidad

INTRODUCCIÓN
Hablar de la ciudad no es referirse a un espacio físico inerte y sin ninguna relación con el hombre que la habita. No es simplemente un lugar donde habitan personas que trabajan, satisfacen necesidades, comen duermen y crían a sus hijos; la ciudad también es espíritu, alma y cuerpo vivo que respira; es una subjetividad, un lugar vinculado a nuestros más íntimos, afectos y sentimientos. En este sentido, la ciudad es una pasión por un espacio revestido de amor, de esperanza, de utopía, de deseos. Es un estado de la conciencia que, a cada momento nos recuerda que está ahí y que siente todo lo que hacemos o dejamos de hacer porque todo le concierne y le afecta.
La ciudad es un cuerpo colectivo que se constituye en un "nosotros" cuando dejamos de verla como una suma de edificios, calles y avenidas, para comenzar a percibirla como el "vientre materno" que nos aloja, nos nutre y nos mantiene; pero también es un espacio para la creación y

la recreación de la vida. Es un espacio-memoria que nos recuerda lo que hemos sido y lo que somos, en proyección a lo que vamos a ser mañana.
En este sentido, la ciudad es una memoria espacial, visual, sensorial, afectiva y fundamentalmente, una memoria histórica que nos reconcilia con una identidad colectiva dentro de la cual se sitúa la identidad personal.
La cuestión de la memoria colectiva como estrategia para la reconstrucción del concepto de ciudad en términos de un enfoque de complejidad, pasa por el ejercicio de construcción de ciudadanía como lugar social natural de estos procesos.
La ciudad como el hábitat natural del hombre en la civilización contemporánea, exige la apertura de un debate de una intensidad tal, que nos podría llevar a plantearnos como problema central, la cuestión de la naturaleza y racionalidad del estilo de vida urbano ante el carácter demoledor de identidades colectivas e individuales que el proceso civilizatorio denominado globalización, implica. El fortalecimiento de los imaginarios urbanos y la reconstrucción del saber sobre la ciudad en tanto lugar de residencia de identidades colectivas, adquiere el estatuto de estrategia de resistencia cultural e ideológica ante la posibilidad de implantación de un proyecto de homogeneización compulsiva de todas nuestras estructuras socioculturales e identitarias urbanas.
En este sentido nos proponemos abordar la cuestión que plantea el tema de la ciudad tradicional como habitat natural de un sentido humano de la vida, en tanto espacio de resistencia al proceso de homogeneización social y cultural que significa la globalización, a través del concepto de memoria colectiva y la estrategia de construcción de ciudadanía desde el terreno de lo eco-cultural y lo convivencial.

1.- La ciudad devenida en espacio de lucha por la supervivencia
La ciudad que inaugura la Modernidad es heredera de la ciudad donde comienza a gestarse el renacimiento. Florencia es una ciudad que de alguna manera reproduce lo que había sido la Atenas para los griegos. El Agora de los griegos encuentra lugar en un espacio para el intercambio de ideas, opiniones y puntos de vista acerca de los problemas que tenían que ver no sólo con el poder, sino también con las inquietudes fundamentales del hombre recién salido de la Edad Media. La libertad, la felicidad, la conciencia, el poder, la naturaleza del hombre, eran algunos de los temas que el renacimiento vuelve a poner en la mesa de discusiones del hombre común, después de un largo tiempo de confiscación del pensamiento por parte de la iglesia.
La Modernidad en Occidente nace con el resurgimiento de las ciudades que coexistían con formaciones sociales fundamentadas en la aldea rural predominantes como "estilo de vida" dominante en el modo de vida feudal-aristocrático. Comienza a configurarse así la ciudad como "hábitat natural" del hombre moderno, como espacio típico del despliegue del "sujeto histórico de la razón". Es el lugar apropiado para realizar la promesa civilizatoria central de la modernidad cifrada en claves de "libertad y felicidad para todos". Libertad, igualdad y fraternidad, constituyen los aspectos centrales de un contrato social que tiene como operador al "sujeto de la voluntad" fundamentado en la razón y que define a la ciudad como el espacio social cónsono con esos propósitos.
No obstante la ciudad hoy, ha devenido en un lugar donde el individuo se siente un extraño con respecto no sólo al entorno y al Otro, sino también con re8pecto a sí mismo. En vez de igualar, la ciudad ha homogeneinado al hombre metiendo en el saco del anonimato a todo el mundo. La ciudades, tienden a ser grandes concentraciones de población amorfa y sin ninguna referencia, campamentos de refugiados bastante próximos a lo que constituyeron los campos de

concentración nazi y la imagen creada a partir de la frase de Woody Allen "......millones de ojos viéndote...." podría ser lo que mejor describa la tendencia del estilo de vida urbano contemporáneo. La identidad (tanto personal como colectiva) en estas condiciones, se resiente reduciéndose prácticamente a un número, una estadística, etc. De acuerdo a Canclini:
" Las grandes ciudades desgarradas por crecimientos erráticos y una multiculturalidad conflictiva, son el escenario en que mejor se exhibe la declinación de los metarrelatos históricos, de las utopías que imaginaron un desarrollo humano ascendente y cohesionado a través del tiempo"... (Canclini, 1995:100)
El proceso urbano ha devenido en humanización y desocialización por el carácter bárbaro que las ciudades asumen. Mercado, lucha por la supervivencia, masificación, contaminación, circulación masiva de vehículos, alienación; vale decir, violencia, es lo que predomina. En vez de fraternidad y solidaridad, las ciudades se han conformado como inmensos campos de batalla en donde todos los días hay que luchar "cuerpo a cuerpo" con el otro y con las máquinas para poder sobrevivir. Las ciudades estructuradas alrededor del mercado, el trabajo y el consumo, son de alguna manera una reminiscencia de las antiguas aldeas guerreras de los bárbaros. El intercambio mercantil, la producción para el mercado y el goce-consumo de lo producido, constituyen en la actualidad las motivaciones fundaméntales que movilizan a los habitantes de las urbes contemporáneas y en última instancia determinan el carácter del "modo de producción y apropiación del espacio urbano predominante.
La producción y consumo de arte en las grandes urbes forman parte de la lógica de esta racionalidad y casi no es más que una "vía de escape" al infierno de la maquinaria urbana que nos devora.
Nada de espacios para la recreación de la vida, para el goce infinito de lo lúdico, o para el ejercicio de la ciudadanía, ni mucho menos para el diálogo y el encuentro necesario con el Otro y con el entorno como parte de un cosmos que tiene vida y que nos contiene. Lo que predomina es el espacio-Ananké (lugar para la satisfacción de necesidades), para el intercambio mercantil y la competencia, no para el intercambio simbólico. El supermercado, la oficina, el aeropuerto, la discoteca, son "no lugares" porque no se acude ahí para encontrarse con el Otro, por el sólo hecho de "estar juntos", como era el modo típico de encuentro de la gente en la sociedad tradicional, sino en función del trabajo, o de satisfacer una necesidad material.
La globalización en tanto proceso civilizatorio que universaliza un "estilo de vida" basado en el incido de vida norteamericano, ha pulverizado las memorias simbólicas subyacentes a las ciudades tradicionales, convirtiéndolas en espacios homogeneizados por una gramática de pro-ducción y reconocimiento del sentido espacial urbano que tiende a uniformizar las particularidades que definen la personalidad de una ciudad determinada (Rodríguez, 2002). Así todas las ciudades contemporáneas, para estar modernizadas deben de tener grandes edificios, centros comerciales gigantescos, grandes volúmenes de vehículos; y por supuesto no pueden dejar de tener Makros, MacDonalds y Wendys. En este sentido, no podríamos diferenciar a una ciudad cualquiera latinoamericana de cualquier ciudad norteamericana, europea o asiática. De una manera dramática observamos cómo el proceso de globalización, en tanto estrategia de dominación a nivel mundial, ha significado la transformación del ciudadano tradicional en simples consumidores (Jiménez, 2002)
¿Cuál podría ser el vínculo orgánico que une al individuo con una ciudad modernizada hoy?. Ninguno, no hay vínculo orgánico porque se vive en un conjunto de "no lugares" que conforman el espacio urbano y generan en vez de un sentimiento de pertenencia a la ciudad, un sentimiento de desarraigo. Atomización social, despersonalización, crisis de identidad y desarraigo, son los componentes del "síndrome urbano" moderno.

2.- Recuperación de la memoria histórica una estrategia para la construcción de ciudadanía
La base fundamental de la identidad, sea personal o colectiva, es la memoria. La memoria visual, espacial, social, que siempre es histórica, nos permite tomar contacto consigo mismo y definir unos límites con respecto al Otro y el mundo en general que constituyen la materia prima para la construcción de una noción o concepto de la diferencia. Esta diferencia es lo que me permite ser alguien porque me pone en el camino de relacionarme con el Otro como una persona o grupo social.
Como ha dicho Halbwachs: "......El individuo evoca sus recuerdos a partir de los marcos que le proporciona la memoria social..... En otros términos, los diversos grupos en que la sociedad se divide son capaces de reconstruir su pasado en cualquier momento"... (Halbwachs, M. en Lenk, K. 1971:181). Sería imposible que la sociedad existiera si no hubiera entre los individuos y los grupos que la constituyen una suficiente unidad de experiencias básicas que le dan continuidad. No obstante, la memoria puede ser ampliamente deformada o suprimida por corrientes civilizatorias que desplazan antiguas formas de tomar conciencia de sí mismo y de su relación con el otro para implantar nuevas tradiciones culturales basadas en nuevas maneras de ver el mundo. El discurso sobre la memoria colectiva es efectivamente un discurso sobre el pasado, pero no en función de la verificación, sino más bien en el sentido de una organización semántica de acontecimientos (Iñiguez y Vásquez-Sixto, 2002).
Por supuesto que en contacto con otras sociedades, los pueblos cambian, modificando sus patrones de auto-reconocimiento y de reconocimiento del Otro, pero de lo que se trata no es de evitar el cambio, el cual es ineludible, sino de tener referencias en el pasado que me permitan construir una identidad en el presente con una proyección al futuro. A la pregunta existencial fundamental que se plantea en términos de ¿Quién soy, quiénes somos? tiene que haber una respuesta que permita decir: soy esto o aquello y no cualquier cosa, de cualquier manera. Igualmente podríamos decir de otra pregunta paradigmática como es la de ¿Adónde voy, adónde vamos?. La respuesta no puede ser: vamos hacia cualquier lado, sino que contando con una direccionalidad en el rumbo que se sustenta en una autoconciencia histórica, podríamos decir que tenemos un destino.
Los pueblos, al igual que los individuos, tienen historia y esto significa ni mas ni menos que se está en capacidad de decir qué he sido, cómo y en qué condiciones he sido lo que fui y porqué. Esto permite saber porqué soy actualmente lo que soy, cómo he llegado aquí. En qué condiciones estoy y qué va a ser de mi-en el futuro.
En este orden de ideas, Halbwachs dice que: "...... una sociedad solo puede vivirsi sus instituciones descansan en fuertes creencias colectivas"... ...(Halbwachs, M. en Lenk, ibid.1971:183)
La genealogía significa saber qué fue lo qué pasó y de qué manera para que yó sea lo que soy en este momento y viva de la manera cómo vivo actualmente. Esto no quiere decir que mi identidad estaba dada de una forma. previamente determinada (por los dioses, el destino, los grandes héroes, etc.), sino que la ocurrencia tanto azarosa, como sistemática de acontecimientos me ha llevado a la situación en la cual estoy actualmente. En este sentido todo grupo es un grupo con

historia porque su fundamentación está en el conocimiento del flujo de acontecimientos que lo ha hecho posible.
El desarrollo sustentable y el fortalecimiento de la democracia, no son posible hoy si no contamos con un sentido de conciencia histórica que vaya más allá de la historia pensada como una sucesión de eventos en donde unos héroes protagonizaron batallas victoriosas y se lograron objetivos muy importantes desde el punto de vista político y militar. La conciencia de una memoria histórica que le pertenece y le hace ser quien es, constituye la base para la construcción de un país y una nación fuerte.
Al respecto Maffesoli, sostiene que:
" ..........La memoria colectiva como la inteligencia intuitiva, constituyen de alguna manera una especie de humus a partir del cual una cultura puede crecer" (Maffesoli, 1996: 131).
Este proyecto de recuperación de la memoria histórica más que una iniciativa del gobierno, debería ser un espacio de lucha del cual debería apropiarse la sociedad civil. En primer lugar porque la memoria es de los pueblos, porque son las colectividades en el transcurrir de su vivido colectivo, quienes la construyen y luego la recuperan transformándola; y por el otro lado por la importancia estratégica que este proceso tiene para la supervivencia, no tanto material sino espiritual de cualquier pueblo.
Civilizaciones enteras han desaparecido después de que perdieran la memoria histórica que
Les brindaba la posibilidad de definir "un nosotros" que servía de principal mecanismo de resistencia ante cualquier ataque enemigo, o simplemente ante los retos que les planteaba la lucha por la subsistencia. El proceso de globalización que a pesar del 11 de Septiembre continúa en forma vigorosa, está extendiendo de alguna manera el certificado de defunción de muchos pueblos cuya resistencia al proceso de desmemorización no soporta la arrolladora fuerza de la cultura de masas, el mercado, la tecnología y el estilo de vida americano.
La recuperación de la memoria contenida en los centros históricos, por ejemplo, pasa por un proceso de formación de ciudadanía que sea el sujeto de un proyecto de semejante envergadura, pero además tiene que ser su guardián y cultivador. Nada se ganaría con recuperar los centros históricos de nuestras ciudades si lo que tenemos es habitantes y no ciudadanos. Sería en todo caso un enclave con algún interés turístico y estético, con un gran valor museístico, pero sin ninguna presencia activa en la gente cuya vinculación con estos espacios sería meramente espec-tacular, más que de un vínculo orgánico con el carácter simbólico de un espacio.
Tradicionalmente la gestión pública en América latina ha sido monopolizada por el estado, en unas sociedades donde prácticamente no existe la sociedad civil como sujeto-actor. Esto es una herencia cultural de la manera como España ejercía el control del espacio público en sus colonias. El absolutismo constituía el rasgo básico de este modelo sociopolítico que aún después de muchos siglos de haber desaparecido el imperio español, continúa estando presente en nuestra manera de ser. En atención a la cultura política heredada de España y continuada por la república, seguimos siendo "subditos" y no ciudadanos.
La democracia de ciudadanía surge hoy como un concepto que viene a enriquecer el proceso de evolución sociopolítica de las sociedades modernas y en el caso de nuestras sociedades subdesarrolladas tradicionalmente absolutistas y estatalistas, constituye la vía para la realización de nuestro destino histórico.
No podemos realizar un proceso de transformación social si no recuperamos la memoria histórica y a su vez no vamos a poder realizar este propósito cabalmente, si no iniciamos un procesos de construcción de ciudadanía que desde el espacio de la sociedad civil como lugar por excelencia del espacio público, se convierta en gestor de estos espacios que deben convertirse luego en espacios de participación.
Esta nueva manera de definir el concepto de ciudadanía no se agota en el carácter individualista y de simple lógica del deber atribuido al ciudadano, sino que tiene más bien una orientación de tipo ecológica. Una ciudadanía ecológica es aquella que define una intersubjetividad en el proceso de la participación, pues no se limita al individuo aislado cumpliendo con su deber, no botando papeles en las calles y pagando sus impuestos; se trata de un espacio de encuentro permanente para la recreación estética, cultural en general y por supuesto, política (Rodríguez, 2002). De este modo la vida en común es entendida como una práctica que supone el cultivo de una manera de aproximarnos a la vida donde ésta aparece relacionada con nuestra experiencia (Fernández-Llebrez, 2001).
En este sentido la recuperación de los centros históricos debe hacerse desde y con el espacio de la sociedad civil, entendida esta básicamente como redes de ciudadanos organizados. Hacer la recuperación de la memoria histórica sin el ciudadano y para el ciudadano, en vez de desde y con el ciudadano, podría ser un contrasentido porque esos centros históricos no deberían de tener un carácter museístico sino de espacios dentro de los cuales el pueblo se encuentra consigo mismo teniendo a la memoria histórica como mediación simbólica fundamental.
Tenemos que poblar de sentido un espacio que aunque esté preñado de historia, no obstante el individuo común siente que esos caserones viejos, esos monumentos y esas estatuas no le dicen nada que tenga que ver con su vida cotidiana. Estos lugares tienen que ser espacios de encuentro--y-de reencuentro del hombre común con un tiempo, que es decir, consigo mismo y con el Otro, que por un lado le puede explicar las interrogantes fundamentales que todo hombre y todo pueblo se plantea y por otra parte, ser el "cordón sanitario" a un proceso de globalización profundamente devastador de memorias étnicas, simbólicas e históricas.
Los centros históricos podrían ser espacios de encuentro que se opongan a los "no lugares" en tanto lugares de desencuentro y desvinculación orgánica, convirtiéndose en ejes de gravitación de la vida de la ciudad y los ciudadanos desde el punto de vista cultural y estético. Escuelas y universidades, asociaciones de vecinos, grupos culturales, podrían desde ahí realizar algunas de sus actividades académicas, al mismo tiempo que organizar veladas artístico-culturales e históricas, tertulias literarias y costumbristas, etc.

3.- Construcción de ciudadanía como respuesta al fracaso de la política.
La política entendida como modo de gestionar hegemónicamente los problemas humano-sociales desde el gobierno-estado y las estructuras de agenciamiento colectivo-burocrático, como el partido, el sindicato, los gremios, etc., se debate hoy en una grave crisis de la cual difícilmente podrá salir ilesa. En los actuales momentos estamos ya de vuelta de una definición de la Política como sistema de "mediaciones obligadas" entre el individuo y las estructuras de poder del estado y las organizaciones partidistas que sustituyen al ciudadano en su rol histórico como gestor de su propia vida y su destino, de su propio bienestar.
Aunque la Modernidad no inventó la Política porque ésta nace en Grecia y se transmite culturalmente a Roma, es en esta época en la cual este aspecto tan importante de la cultura humana, adquiere los rasgos que la van a caracterizar definitivamente. Las promesas civilizatorias de la Modernidad (progreso, emancipación, libertad y felicidad para todos) encarnaron en la figura de un "supersujeto ilustrado" capaz de salvar heroicamente a la humanidad a cuenta de la posesión privilegiada de un conocimiento del mundo de lo social-humano que la sacrosanta razón proporcionaba; casi como un "saber revelado".
Este "sujeto ilustrado" era, entre otros, el proletariado que se expresaba organizativamente a través del "partido de la revolución", por un lado; por el otro las "vanguardias esclarecidas" de los partidos políticos burgueses y el liderazgo político en general.
En este modelo, el ciudadano de la Polis grecorromana, quedó sumergido en el anonimato de la clase social (el proletariado) y la masa que el líder del partido o movimiento revolucionario de ocasión (muy frecuente en el caso latinoamericano y el tercer mundo en general), debía de conducir hacia la "tierra prometida" de la libertad y la felicidad.

3-1.- De la Política a lo social: el gran viraje paradigmático.
El desencanto que sobrevendría a raíz del fracaso de este modelo de gestión en su intento por cumplir con las promesas de libertad y felicidad para todos, así como la aparición de la TV como mediación tecnológico política y el neoliberalismo como ideología individualista, condujeron a las masas al retraimiento propio de los espacios privado-domésticos. El escepticismo, la frustración, el nihilismo, la náusea por todo lo que oliera a político, llevó a un proceso de privatización del espacio público como lugar de movilización político-social. El militante, simpatizante o seguidor de alguna ideología, partido o causa política, es sustituido por la figura empobrecedora y patética del telespectador-consumidor-compulsivo.
Los tipos psicosociales predominantes en estos nuevos escenarios son: el individualista autístico ("por mí el mundo que se venga abajo"), el desesperanzado negativista y apocalíptico ("esto se lo llevó quien lo trajo"), el hedonista compulsivo ("lo mío es una rumba todo el tiempo"), el individualista anárquico y cimarrón ("yó soy guapo y apoyao") y el superviviente deseperado (" a barriga llena corazón contento"). Son estos desechos psicosociológicos la ecología subjetiva que nos ha legado más de 40 años de barbarie; vale decir, del ejercicio de la Política como estrategia de: lucha por el poder y la dominación, utilización del poder como gimnasia narcicista-clientelar, acumulación de dinero a la sombra del estado y venta tramposa de una utopía que más bien era una quimera.
El regreso a lo social como campo de lucha y construcción de espacios públicos, es el "gran viraje" estratégico de un cambio epocal que en estos momentos podría ser la transición desde el contexto de la Política entendida como simple lógica de poder-dominación-sumisión, a los predios de una Política definida como ingeniería de construcción de un modo de vida realmente civilizado.
Significa el planteamiento de un nuevo "contrato social" que en vez de celebrarse entre el ciudadano y el estado exclusivamente, sea más bien entre los ciudadanos entre sí y luego como poder colectivo, entre los ciudadanos y el estado.
Convivencia civilizada es el ideal deseable que la Política no ha podido conseguir para la humanidad, sencillamente porque no depende de ella alcanzarlo. Esta meta es cuestión del hombre como ser social y por tanto es un problema que debe ser planteado y resuelto en este contexto. En este orden de ideas, planteamos como propuesta para salir de la crisis en la que nos encontramos, la construcción de una ciudadanía- autogestionaria- comunitaria.

3-2.- Ciudadanía convivencial Vs barbarización de la conciencia.
La incapacidad del modelo paternalista-clientelar y rentista-petrolero para construir una "cultura de la civilidad moderna", se traduce en la producción de un caos social que amenaza seriamente la seguridad del estado y de la sociedad como un todo. La ideología de la viveza, el tradicional desprecio por todo tipo de normas, leyes y reglamentos, la desvalorización creciente del "Otro':, sus derechos y maneras de pensar, la ausencia total del estado como estructura de regulación de la sociedad en su conjunto y la inexistencia del control social a través de la sanción moral que la población debe ejercer (tanto el estado como la sociedad son anómicos), el deterioro de los valores morales y en su defecto, la entronización de valores individualistas de mercado y de status social por la posesión y el poder; configuraron un espantoso cuadro de descomposición social que nos está rápidamente conduciendo a un estado propio de un "orden caníbal".
Esto se traduce en patrones de comportamiento y de pensamiento cada vez más bárbaros y primitivos (lo podemos observar nítidamente en el comportamiento vial) que privilegia progresivamente la violencia como única vía para resolver los conflictos.
En Venezuela particularmente (pero también en la región latinoamericana) estamos asistiendo a la instauración de un proceso de "campamentizacióñ" de la sociedad. Esta cada vez más se parece a un "campamento minero" y no a un orden civilizado de convivencia. La "animalización de la conciencia" es el resultado-producto de la desaparición de un viejo modelo de mantenimiento del consenso social que permitía, al menos, la existencia de un orden social básico, aunque elemental, sin que aparezca definitivamente un nuevo modelo.
Necesario es pues, ese nuevo modelo de consenso y de gestión social y político que le sirva de fundamento al advenimiento de una racionalidad convivencial. A través de un proceso de reconstrucción de valores, problematización pública de los roles fundamentales de la sociedad (padres, maestros, gobernantes, ciudadanos, etc., podríamos avanzar hacia la reconstrucción crítica de la subjetividad individual y colectiva que favorezca el advenimiento de un orden de convivencia civilizada.
Hay que regenerar los tejidos sociales comunitarios, las redes de comunicación interpersonales, reactivar las cadenas y las tramas de interacción comunitarias basadas en valores que se orientan hacia una "cultura de la vida", a contrapelo de una "cultura de la muerte" que poco a poco se nos viene encima.
La construcción de redes intersubjetivas de ciudadanía convivencial, puede constituir ese cambio de paradigmas que nos conduzca a un estado de civilización de la conciencia y el comportamiento.
El principal problema hoy en Venezuela, no es la cuestión política, ni la situación económica, o el funcionamiento de los servicios públicos. La violencia constituye el problema más grave que actualmente nos aqueja por el profundo proceso de descomposición social-ético-moral que estamos viviendo. Y quien dice violencia y descomposición social, dice problema con los valores, dice estructuras ético-morales fuertemente averiadas; por tanto dice problemas serios para convivir. Civilicemos pues la conciencia para tener realmente sociedad, pero también para tener patria, democracia y república. Si hay salidas reales a la crisis, creo que podemos a través de una estrategia de construcción permanente de ciudadanía convivencial encontrar el camino hacia una comunidad de destino. Es esto el "cordón sanitario" a la instauración de un orden cada vez más primitivo y bárbaro que nos está convirtiendo ya en el "campamento minero" que tanto temíamos.
En el sentido de esta propuesta, estamos realizando una serie de actividades en la comunidad que denominamos como "Talleres de autogestión comunitaria-ciudadana" en diversos sectores populares de la ciudad, contando con el apoyo de emisoras comunitarias y líderes comunitarios.

Conclusiones: La ciudad constituye hoy el lugar social por excelencia en la lucha por evitar el proceso de despersonalización y consecuente implantación de un estado de dominación/sumisión total de nuestros pueblos. La necesidad de espacializar el tiempo, (a contrapelo de la orientación propia de la modernidad) acentuando las relaciones simbólicas con el territorio, el sentimiento de arraigo y la pertenencia, plantean la exigencia de recuperar la ciudad, como espacio simbólico y cargado de afectos, que puede oponerse al proceso de desterritorialización que la globalización significa.
Bibliografía
Canclini, Néstor (1995) Consumidores y ciudadanos. Edit. Grijalbo. México.
Canclini, N. (1990) Culturas híbridas. Edit. Grigalbo. México.
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Halbwachs, M. (1971) Las bases sociales de la memoria en Lenk, K. (comp.) El concepto de ideología. Amorrortu, Buenos Aires.
Iñiguez, L.y Vásquez-Sixto, E "Estudio de la memoria social: política, ética y repercusión social". Avepso. Revista de la Asociación Venezolana de Psicología Social. Vol. XXIV, No2, Caracas, 2001.
Jiménez, Bernardo. Participación ciudadana: entre la cooptación y la vivencia. Avepso. Revista de la Asociación Venezolana de Psicología Social. Vol. XXV, N° 1-2, Caracas, 2002.
Maffesoli, M. (1996) Elogio de la razón sensible. Edit. Paidós. Barcelona.
Rodríguez, Francisco. "Redes globales y contextos locales". Espacio Abierto. Cuadernos venezolanos de Sociología. Vol. 11, N° 1, Enero-Marzo, Maracaibo, 2002.
Rodríguez, E "La plaza pública como lugar del discurso descentrado de la ciudadanía". Trabajo presentado en el 3 Congreso Internacional: Balance y perspectivas del análisis territorial. Puebla, Méjico, 2003.

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