miércoles, 22 de abril de 2009

Un díalogo con Ernesto Laclau La política ¿un proyecto emancipatorio?

Carlos Gazzera, Sebastián Barros

y Alejandro Groppo



Ernesto Laclau es hoy uno de los pensadores más importantes de la política teórica. Radicado en Inglaterra desde hace más de cuarenta años, ha sabido desarrollar una teoría política con peso propio. Uno de los puntos más importantes de esa teoría pasa por su relación con el análisis del discurso. De allí que la correspondencia de la política –y por extensión todas las ciencias sociales– con la retórica sea central [ver recuadro]. Toda la Teoría de la Hegemonía de Ernesto Laclau puede leerse como una actualización del proyecto emancipatorio de la política moderna, siguiendo la tradición propuesta ya, a comienzos del siglo 20, por Antonio Gramsci. Para esta teoría, las nociones de “Universal” y “Particular” son centrales ya que las prácticas políticas pueden leerse en su tensión entre estos dos extremos. Así como “Igualdad, Libertad y Fraternidad” constituyeron los pilares universales de la modernidad, hoy sabemos que esos universales se desvanecieron en el aire –siguiendo la idea de Marx– al constituirse en prácticas políticas particularizadas.

Invitado por la Universidad Nacional de Villa María, con el auspicio de la Agencia Córdoba [Cultura], la Dirección de Cultura del Gobierno de Córdoba y la Facultad de Lenguas [de la UNC, Ernesto Laclau dictó un curso en Córdoba titulado “Nuevas reflexiones sobre ética, democracia y populismo”, los días 23 y 24 de julio.

La cuestión del poder

Empecemos por la cuestión del poder, ¿le parece? El pensador inglés John Holloway planteó la posibilidad de una política contemporánea en la cual se deje de lado la cuestión de la toma del poder. ¿Cuál es su postura al respecto?

Pienso que es un planteo fundamentalmente erróneo. La cuestión del poder, que en el sentido clásico, significaba la toma de edificios, de estamentos gubernamentales y cosas por el estilo, y el partido como órgano de esa mediación política, está claro que, como fórmula, han caducado totalmente. Pero esto no significa, de ningún modo, que vaya haber una confluencia natural de todas las luchas sociales de tal forma que el momento preciso de cambio de régimen político o de Estado, no llegue a ocupar ningún rol. Para dar un ejemplo: la posición de Toni Negri y Michael Hardt ha sido que hoy en día ya no tenemos un Imperialismo Americano, sino que sólo tenemos un Imperio, con el cual ya no hay posibilidad de confrontación política en el sentido clásico. Creo, por lo contrario, que todo lo que está ocurriendo en el mundo desde el 11 de septiembre de 2001, es una muestra clara de que las luchas políticas no han perdido relevancia y que el momento de la articulación política continúa siendo fundamental. Aunque esa articulación, sea diferente, no se puede decir que haya perdido relevancia la cuestión del poder.

Los sectores populares ¿cómo articulan sus luchas para llegar al poder? ¿Para llegar al poder, los sectores populares deben buscar el “asalto” al poder o bien deben construir nuevas opciones políticas por fuera del poder? ¿Se puede construir algo por fuera del poder?

No creo que sea posible construir algo “fuera-del-poder”. Creo, sí, que en toda identidad política hay una relación de poder que es absolutamente constitutiva e imposible de erradicar. Por ejemplo, si seguimos el análisis de Hardt y Negri, se conduce a pensar que de alguna manera hay una espontaneidad por la cual todas las luchas separadas van a confluir en un punto de ruptura. Pienso que eso no es así. Las luchas políticas y sociales se organizan siempre a partir de momentos específicos y la universalización de esos momentos específicos requiere prácticas políticas articulatorias –que yo llamo hegemónicas–, muy concretas. Y sin esas prácticas no hay política, y finalmente, no hay ninguna práctica emancipatoria.

El valor de la Multitud

Ya que ha citado a Toni Negri y a Michael Hardt, ¿cuál es su punto de vista respecto a la idea de multitud que plantearon conjuntamente en el libro Imperio? ¿Habría alguna diferencia con la idea de pueblo presente en el discurso populista?

Diría que toda la diferencia. Yo estoy profundamente en desacuerdo con el análisis de Negri y Hardt. Ellos han tratado de centrar todo su análisis en la especificidad de las situaciones de lucha, con las cuales yo no estoy en desacuerdo, claro. Pero ellos, al mismo tiempo piensan que hay un proceso automático por el cual las distintas luchas sociales van a confluir en un centro unificado sin ningún tipo de mediación política. En consecuencia, habría en esta perspectiva de Toni Negri y de Michael Hardt, un vaciamiento general de la política. Desde mi perspectiva, ocurre todo lo contrario: la articulación política es, en este momento histórico, absolutamente fundamental...

¿Cuáles son, entonces, las perspectivas teóricas que los separan a usted de Negri y Hardt? ¿Qué tradiciones de lecturas filosóficas y políticas son las que estarían en la base de sus desencuentros?

Bueno, ellos tienen una imagen de lo que llaman “inmanencia” que les viene de su adhesión a la filosofía de Gilles Deleuze, en la cual el momento de la “negatividad” no ocupa un lugar central. Por el contrario, en mi perspectiva teórica, el momento de la “negatividad” es la base de mi teoría de los antagonismos.

Los nuevos universales

Se acaba de editar en la Argentina su último libro en colaboración con Slavoj Žižek y Judith Butler, Contingencia, Hegemonía y Universalidad. Más allá de las coincidencias entre los tres enfoques, ¿cómo sintetizaría usted las diferencias que separan a su Teoría de la Hegemonía del enfoque lacaniano de Žižek y de la postura feminista de Butler en relación al análisis de lo político?

Respecto a la teoría lacaniana, yo no tengo grandes desacuerdos fundamentales. Esto, sin embargo, es muy distinto a decir que tengo coincidencias con la lectura de Lacan que hace Žižek. Su enfoque trata de asimilar el psicoanálisis lacaniano a la dialéctica hegeliana. Y con este particular enfoque tengo puntos de desacuerdo fundamentales, tal como se podrá apreciar en este libro que ahora se publica. Somos muy amigos con Žižek, pero tenemos muchos desacuerdos, que no escatimamos –claro– en mostrar. En el caso de Judith Butler, el asunto es diferente, ya que para ella se trataría de una demanda de un “multiculturalismo” extremo, donde no hay universalización de los significantes políticos. Es decir la política como construcción colectiva –lo que antes he llamado articulación– aparece relegado a un segundo plano. Cada lucha aislada es una lucha en sí misma. Ahora yo pienso que esa no es la forma correcta de pensar los antagonismos sociales, como por ejemplo el caso de Solidaridad en Polonia, donde todo comenzó como una lucha de obreros. Pudimos ver allí, en la Polonia de los ’80, cómo un conjunto de demandas muy particulares de un conjunto de obreros al transcurrir en el contexto de una sociedad altamente represiva, pasaron a ser el símbolo de una demanda de cambio universal, de cambios globales.

¿Qué motivaría ese pasaje de una particularidad a una universalidad?

Para mí el problema de la universalidad no pasa ni por la afirmación de un universal que sea independiente de las luchas parciales, tal como lo plantea Žižek, ni por el caso de un particularismo extremo de las demandas que excluye la dimensión de la universalidad, tal como lo piensa Judith Butler. En un nuevo libro que estoy escribiendo ahora, que se llama Universalidad elusiva, trato, justamente, de demostrar cómo una articulación hegemónica entre lo particular y lo universal presenta una alternativa teórica y política diferente.

¿Podríamos decir que en este nuevo libro que escribe vuelve a su centro teórico para revisar su Teoría de la Hegemonía en torno al problema de las diferencias y las desigualdades? ¿Se trataría de pensar un universalismo que sintetice no solo las diferencias sino las desigualdades?

Eso es absolutamente central. Considero a mi obra como un esfuerzo por relanzar el proyecto emancipatorio en términos de la problemática del siglo 21. Mientras que el proyecto emancipatorio tal como vino del período que conocemos como Iluminismo y tal como fue re-elaborado en el socialismo clásico, el universalismo tenía un contenido absolutamente preciso en términos de definiciones esenciales. Ahora se trataría de pensar cómo se relacionan entre sí contenidos que ninguno de por sí son universales, pero que a través de su interacción concreta, permiten visualizar la emergencia de cierto carácter de universalidad.

La retórica y las ciencias sociales

En Misticismo, Retórica y Política usted ha ampliado de manera más sistemática el análisis del discurso hacia el campo de la retórica. ¿Como ve usted la relación entre la retórica y las ciencias sociales en un futuro no muy lejano?

Yo creo que la retórica tiene un papel fundamental que cumplir en relación con las ciencias sociales porque éstas, sostengo, deben reconstituirse como ciencias retóricas. La retórica tiene una larga tradición: la de haber sido considerada un adorno del discurso. En ese sentido, como toda la ontología tradicional, la retórica occidental se edificó alrededor de categorías que están explícitamente desarrolladas en la Física de Aristóteles, la retórica aparecía como algo puramente externo. Ahora, en el pensamiento contemporáneo prima la idea de que un significante no coincide exactamente con un significado preciso y esta manera de entender el lenguaje ha pasado a ser la relación ontológica fundamental. Entonces, la retórica ha ampliado sus perspectivas teóricas y por ello, esta disciplina es, sin ningún tipo de exageración, el campo en donde se estructuran las relaciones entre los objetos.

Carlos Gazzera es docente e investigador de Literatura Argentina de la Universidad Nacional de Córdoba y de la Universidad Nacional de Villa María. Se dedica al periodismo cultural en diversos diarios y revistas del país.

Sebastián Barros es docente de Teoría Política II de la Universidad Nacional de Villa María. Es egresado del programa de Essex y su tesis doctoral fue dirigida por Ernesto Laclau. Hay una versión en español publicada por la Editorial Alción de Córdoba con el título: Orden, Democracia y Estabilidad. Discurso y política en la Argentina entre 1976-1991.

Alejandro Groppo es docente de la carrera de Sociología de la Universidad Nacional de Villa María. Es egresado de Essex y actualmente dicta cursos de postgrado en Inglaterra y en distintas universidades de Argentina.

Quién es Ernesto Laclau?

Ernesto Laclau nació en Argentina en 1935. Desde 1977 enseña Teoría Política en el Departamento de Gobierno de la Universidad de Essex, Inglaterra. En 1990 fundó el Centro de Estudios Teóricos en Essex que se convirtió, muy rápidamente en uno de los centros de estudios políticos más importantes y reconocidos de Europa.

Ernesto Laclau ha dedicado su vida a la enseñanza académica, dirigiendo casi cuarenta tesis doctorales. Entre sus más importantes textos figuran; “Política e ideología en la teoría marxista” (1977), “Hegemonía y Estrategia Socialista”, en colaboración con Chantal Mouffe (1987), “Nuevas reflexiones sobre la revolución de Nuestro Tiempo” (1990), “Emancipación y diferencia” (1996), “Misticismo, Retórica y Política” (2000) y “Contingencia, Hegemonía y Universalidad” (2003), en co-autoría con Slavoj Žižek y Judith Butler.

http://www.revistalote.com.ar/nro073/politica.htm


LA CIUDAD LATINOAMERICANA: ENTRE LA POLIFONÍA Y LA DIFUMINACIÓN

Estudios Culturales Urbanos y Proyecto Neoliberal


Rodrigo Alarcón M.

rolarcon@gmail.com



La oposición entre la ciudad y el campo comienza con el paso de la barbarie a la civilización, del régimen tribal al Estado, de la localidad a la nación, y se encuentra en toda la historia de la civilización, y hasta nuestros días.

K. Marx, 1846: Precapitalist Economic Formations

…este imaginaba una ciudad en la que cada uno podía salir de su departamento, su calle, su barrio, gracias a su tarjeta electrónica (dividual) que abría tal o cual barrera; pero también la tarjeta podía no ser aceptada tal día, o entre determinadas horas; lo que importa no es la barrera, sino el ordenador que señala la posición de cada uno, lícita o ilícita, y opera una modulación universal.

Guilles Deleuze (citando a guattari)[1]

I. LAS NUBES DE LA ENUNCIACIÓN

La ciudad latinoamericana en su bitácora de acontecimientos registra veloces y profundas transformaciones relacionadas -al parecer la mayoría de ellas- con los procesos que a escala planetaria impone, potencia y estimula desde hace unos años el programa globalizador de la economía neoliberal. Sus pautas tradicionales, en medio de esta coyuntura disolvente, ven inestabilizados y transfigurados sus territorios gracias a los efectos de un acelerado ejercicio rígidamente gobernado por la lógica de la tecnoeconomía vigente. Este operativo de desmantelamiento de las viejas estructuras, es conducido por un modelo de producción simbólica y material que se consolida en el desplazamiento hacia lo global y en la consecuente borrosidad fronteriza de lo local, nacional, internacional o multinacional. Su instalación corre por cuenta de agrupaciones o conglomerados desanclados de “territorios tradicionales” y que movilizan la circulación material del capital, sus intercambios y transferencias a través del flujo electrónico de la economía financiera, desplazando –en consecuencia- al mundo hacia una verdadera sociedad de orden planetario[2].

Este irruptor escenario expresa –igualmente- un corrosivo proceso de desplazamientos en el régimen de los sentidos del entramado de relaciones humanas contenidas dentro de los amplios márgenes del espacio urbano. Este reordenamiento de los significados evidencia la transformación de las circunstancias en algo que ya no puede ser entendido como una prolongación de los mundos modernos, sino como algo muy distinto y a lo cual le cabe –aunque sin ausencia de discusión- el concepto genérico de lo “postmoderno”. En este sentido, la dialéctica entre mundos “interiores” y “exteriores” a la cual se asiste, que siempre tiene un equilibrio en virtud de sus dominantes culturales (tecnológicas, valóricas), muestra hoy día una nueva inflexión que exige ver las realidades desde paradigmas no referenciales a las tramas de superficie, sino que afectan a profundidades en que se localizan convicciones y nuevas sensibilidades en curso de colisión con las sensibilidades tradicionales.

Estas proliferantes situaciones de cambio y contradicción tan propias de la ciudad actual, declaran agendas culturales enfrentadas al vaciamiento político de la posmodernidad, a la resignificación de densidades conceptuales como nación, identidad, memoria histórica y a la urgencia de pensar la activación de nuevos movimientos sociales y sus particulares movedizas estrategias de representación de lo “popular”[3]. Estas agendas verifican la recentralización cultural de los saberes (locales) en relación al conocimiento de los espacios “centrales” regionales o internacionales y la consecuente reterritorialización de los sujetos y sus prácticas culturales. En fin, estas agendas activan la interrogación por lo que se es, la reiterada aparición de la pregunta por la identidad[4], que remontando la otra orilla de lo post, recuerda –auque sea fugazmente- que la ciudad no es sólo el “entorno” de la realidad del hombre sino que en términos esenciales es su propio mundo[5].

En esta pista la presente mundialización material y simbólica provoca, parafraseando a Nelly Richard, múltiples redefiniciones sobre cómo la ciudad latinoamericana se vive y se mira a sí misma, al fragmentar y diseminar los trazados identitarios de lo nacional y de lo continental que le servían de fronteras de integridad al discurso sustancialista que la definía[6]. El destiempo de su modernidad, la particular materialidad de sus cambios y la intrincada densidad significante de su cultura, nublan el desciframiento de sus particulares contextos de enunciación. La inacabable des(re)territorialización del capital descentra el recorrido figurativo de los imaginarios culturales que la significan, fracturando los diques que contienen el significado dentro de límites determinados por peculiaridades históricas, étnicas o lingüísticas que ahora son desplazadas por inestables referentes y dinámicos lenguajes que se vienen a ubicar en coordenadas situadas fuera de los “continentes tradicionales”[7] del sentido.

La ciudad latinoamericana, entonces, se difumina en medio de la borrosidad de sus contornos y la anulación de los contrastes: una variada gama de grises son ahora los rasgos reconocibles en el “día después” de que el capital espectacularizara el espacio público y la arquitectura. La ciudad se convierte en un juego especulativo de simulacros -cuyo sumun son los centros comerciales (Mall)- y en un caleidoscopio de infinitos efectos de color en el que la confusión no sería una trampa, sino una virtud[8]. Pues bien, la irrupción en décadas recientes de la tecnoeconomía y del complejo imperio de las telecomunicaciones bosquejó la ciudad bajo una condición desacostumbradamente difusa. Una vez liberalizados los mercados y deslocalizadas las actividades productivas, en la ciudad se imponen los términos medios y se exacerban las imprecisiones. La separación entre la arquitectura y la infraestructura se vuelve confusa, al tiempo que los nuevos emprendimientos inmobiliarios instala una condición precaria que “no distingue entre campo y ciudad”, y de paso aleja de la experiencia de lo natural a los sectores más precarizados.

Se evidencia, finalmente, la urgente necesidad de pensar la ciudad, no solo las metrópolis, desde planteamientos puramente territoriales[9], toda vez que la potenciación inmobiliaria de la producción y el consumo del "capital simbólico", funciona como fetiche para despolitizar las relaciones de clase que se disuelven en gustos y estilos de vida[10].

II. MAPAS MOVEDIZOS

El amplio y no exhaustivo repertorio de lo urbano que aquí se rastrea, es una compleja colección derivada del curso de los debates y de la multiplicidad metodológica que –al igual que la ciudad latinoamericana – está en permanente riesgo de desborde. En este sentido, sin afán de contener, pero sí de encauzar, el campo “antidisciplinar” de los Estudios Culturales es puesto en juego en tanto conjunto de dispositivos críticos que opera en permanente ajuste a la inestabilidad significante y representacional de la compleja sociedad transicional contemporánea; dicho sea al pasar, estas “analíticas del desplazamiento” vienen produciendo una renovación de las humanidades y las ciencias sociales especialmente en América Latina, a pesar de estados estanflacionarios diagnosticados, entre otros, por García Canclini[11]. Al haber de esta activación está la vigencia del territorio central de las ocupaciones de los Estudios Culturales: la construcción del poder a partir de la cultura. Los otros frentes analíticos de los Estudios Culturales, los vínculos entre cultura y sociedad, la producción simbólica de la literatura, el folclor, las imágenes artísticas y los procesos comunicacionales, igualmente se ven fuertemente remecidos e interpelados por el nuevo entramado cultural de la sociedad planetaria.

Por otra parte, el trabajo de los Estudios Culturales ha mostrado convincentemente que la globalización no es algo que ocurre por fuera de la vida de las personas, alienando totalmente al ciudadano a través de una imposición ideológica de una normatividad heterónoma.[12]. De esta manera, entonces, el reservorio de los Estudios Culturales puede ayudar a desentrañar los zigzagueantes derroteros de la modernización y la modernidad urbana en América Latina, a partir de los parciales saberes reportados por la diversidad de disciplinas que pone en juego sobre el campo social y cultural, y calibrando una mirada medianamente de conjunto que estabilice –desde lo teórico- en algo las contradicciones y los fracasos que se detectan tan solo con recorrer las calles de las principales ciudades del continente[13].

Lo que se encuentra en ciernes en estas líneas entonces, es una especie de ejercicio cartográfico que evite la deformación de lo representado filtrando y censurando hasta el punto de trucar o simplificar su contenido en la constitución de un significante vacío. Una cartografía que no se abra a la ambigüedad ilimitada del emborronamiento estetizante de las formas, que transforma las imágenes de la miseria en un slogan publicitario y el pulso de la sensibilidad en mera sensiblería barata de la desigualdad. Una cartografía que haga frente a la inestabilidad del terreno de los referentes -socavado por el flujo de la experiencia desarraigada de la ciudad- representando no solo fronteras estáticas sino aquellos itinerarios, entrelazamientos y puntos de fuga que dan cuenta de la reconfiguración de la ley de significaciones de todo el orden social. Parafraseando a Serres, los mapas que aquí importan son los que muestran las capas movedizas, las líneas de fractura y los puntos calientes de la realidad latinoamericana, aquellos que eviten la sobredeterminación estadística y la mirada cosificante de ciertos complejos argumentativos con engañosas aspiraciones de neutralidad. En suma, mapas construidos para el levantamiento de la situación desde las mediaciones y de los sujetos, para cambiar el lugar de las preguntas, para asumir los márgenes no como tema sino como enzima, situando sobre la mesa de trabajo la heterogénea ciudad latinoamericana, el lugar donde estallan precisamente estos nuevos imaginarios y donde se escenifican los intrincados pasajes y parajes de una cultura en permanente transición.

III. TURBULENCIAS DE LA TEORÍA

La característica más sobresaliente de la contribución de los Estudios Culturales al análisis de la sociedad latinoamericana ha consistido, a nuestro juicio, en remover dentro del marco de la significación el espacio de las certidumbres y de las identidades. Sin embargo, en su aproximación a la experiencia de la ciudad a través del intento de evitar la conexión precaria, borrosa y fragmentada del conjunto, se hacen visibles ciertas dificultades necesarias de revisar, especialmente en el contexto urbano latinoamericano.

En primer orden se advierte un agotamiento de las principales promesas con que se volcaron al tema urbano, manifestado en la paradoja de la consonancia entre la multiplicación de referencias y discursos sobre imaginarios urbanos con una clausurada y limitada capacidad proyectiva de la imaginación urbana[14]. Bajo el prisma de este trabajo, lo que se ha agotado es la capacidad de proyección de una ciudad que en su transformación no renuncie a constituirse en la manifestación material y simbólica de un proceso de transformación social[15].

Pues bien, la ciudad es el lugar donde se inscribe la sociedad, donde se interpela el poder y donde se constituye la política[16]. Así la ciudad y sus representaciones se producen mutuamente, siendo -en consecuencia- su propio archivo, el registro de su “elaboración y discusión”, el lugar donde queda inscrita vivamente su propia producción y auto representación tanto material como inmaterial[17]. En este sentido, las promesas culturalistas sobre lo urbano se agotan con el estrangulamiento neoliberal de la posibilidad de una ciudad con imaginación proyectual participativa y transformadora a través del reemplazo de la imaginación política por el nuevo ídolo - fetiche, las opiniones (o los deseos) "de la gente", estadísticamente relevados[18], cuyos efectos –entre otros- han sido la producción de trabajos socio-semióticos sobre identidades urbanas, que van desde la investigación sobre aquello con lo cual la gente identifica a sus ciudades, hasta los modos en que circulan los rumores o los sentidos múltiples de los graffiti populares, todos estudios crecientemente solicitados por gobiernos municipales como instrumento técnico para sus políticas[19], lo que muestran el espacio ganado por el marketing político como única alternativa de política urbana en tiempos de globalización; el desvanecimiento de los límites entre marketing y política ha generado que trabajos sobre identidad urbana sean requeridos como instrumentos técnicos de una gestión tecnoeconómica de las ciudades y sus gobiernos locales.

La ciudad –y parte del estudio cultural sobre ella- se ha convertido en la expresión del ejercicio único del mercado, monopólico mecanismo de transformación que instala –definitivamente- en la cultura urbana el diagnóstico como un nuevo sentido común que se autorreproduce y generaliza sin ninguna posibilidad de interpelar alguna realidad específica[20]. Así, la ciudad se rinde a los pies de las mediciones de audiencia de los medios (sicarios del poder económico) que en definitiva determinan su estado de salud[21]. «La carrera por la audiencia de los medios será la lógica del gobierno», dice Debray. En definitiva, lo real es desplazado por lo mediático influyendo determinadamente en la dimensión política de la comunidad[22], condicionando la ciudad a la imposibilidad de ser pensada como el lugar donde las fuerzas sociales pujan a través de determinadas prácticas (no necesariamente partidarias) por la concreción de sus intereses y a la invisibilización como lugar donde se construyen sentidos colectivos y públicos y donde se dota de significados la realidad social.

En este contexto, es más, los referidos estudios sobre los imaginarios urbanos “ofrecen” un rédito aún mucho más interesante para la política actual: reportar con precisión “técnico científica” las coordenadas de identidad de la ciudad y sus “ciudadanos” o sus nuevos ciudadanos: los consumidores. En esto es sintomático la curiosa reinstalación de la sesentera visión que postulaba una metodología de conocimiento de la sociedad urbana, a través de equipos masivos "interdisciplinarios" que a la manera de bacteriólogos o botánicos van por las calles o por las ciudades del continente recogiendo datos para su posterior ordenamiento en torno a códigos generales o comunes, aunque en este caso plantas o bacterias no es lo que se recoge, tampoco el tamaño de baños o la cantidad de habitantes por cuarto -a la manera planificadora-, sino las preferencias de vestuario de las diferentes grupos de tendencia o "tribus urbanas"[23]. Sin embargo, este “remake” clasificador forma parte de un nuevo contexto teórico y de una nueva cultura académica desencajada del vigor de los temas y de los problemas que definían los marcos de reflexión política e intelectual latinoamericanos y de las matrices de comprensión y de transformación social que éstos movilizaban en sus trabajos sobre cultura urbana, cuyos ejemplos más emblemáticos son Romero o Rama que hoy terminan por resultar en voces de otro tiempo. A esto se agrega el escenario de transformación que las ciudades del continente actualmente presentan, para cuya comprensión crítica, sin embargo, las agendas que esta nueva cultura académica propone se revelan impotentes, es decir, revelan una impotencia en el trabajo de comprensión de la ciudad en su fase contemporánea[24].

Precisamente aquellas matrices, las que apuntaban hacia un programa intelectual transformador para las ciudades y sus sociedades, “es lo que se perdió en buena parte de los actuales estudios culturales urbanos, al mismo tiempo que –como se dijo-, paradójicamente, parece haber explotado la voluntad culturalista que albergaba aquel programa como modo de comprensión del fenómeno urbano”[25]. El resultante es, todo parece indicar, una acumulación simbólica en las interpretaciones que se explica principalmente por la sobredeterminación de los estudios culturales por parte de la crítica literaria y que ha convertido la ciudad en mera excusa para un torrente de metáforas en abismo que no informan sino sobre sí mismas.

En segundo lugar, se observa que desde la “bifurcación de caminos” que se genera a partir de dos textos inaugurales centralmente muy importantes[26], los Estudios Culturales se han estado moviendo con mucha turbulencia entre una vasta y multicolor vitrina conceptual cuyo orden es en torno a dos polos: el antimoderno (De Certeau) y el posestructuralista (Jameson). Sin embargo, “lo que realmente predomina como característica definitoria de los estudios culturales urbanos es un mosaico teórico en el que se ordenan pacíficamente autores de las más diversas perspectivas a través de una lógica del desplazamiento metafórico (de un nombre al otro, de una categoría a la otra) que le debe más a la asociación libre que a un procedimiento argumentativo”[27]. De manera que en este reservorio teórico frecuentemente se encuentran análisis diametralmente opuestos, “de modo tal que por momentos en la aproximación de los Estudios Culturales a lo urbano, parece producirse una multiplicidad de territorios en los cuales cada cual, individual o colectivamente, construye formas de identidad liberadas y liberadoras y, con pocos párrafos de diferencia, el espacio-poder gana una completa determinación sobre los sujetos, con lo cual los imaginarios urbanos pueden quedar redefinidos como mecanismos ideológicos de la manipulación”[28].

Relacionado con esto se encuentra el supuesto techo conceptual de los estudios culturales, que a propósito de la "moda Benjamin" confundiría con su intento de fijar nociones como “itinerarios”, el “perderse en la ciudad” –todas tributarias de la figura del flâneur y de los motivos centrales de la metáfora cartográfica-, como categorías de orden conceptual, logrando sólo un simulacro de teoría bajo la forma de un repertorio de términos que actúa como contraseña, pero que pierde toda la capacidad iluminadora del original. En este sentido, Gorelik señala que esto podría plantearse también acerca de la influencia de ciertos autores como, por ejemplo, De Certeau: “¿qué puede significar "retóricas del andar" como categoría de análisis por fuera de la capacidad evocativa que tiene en los propios textos del autor? ¿Qué curso universitario de estudios culturales enseña a distinguir en este tipo de textos su productividad de su escritura?”[29].

Desde esta óptica, frente a la paradojal falta de “cartografías” y mapas urbanos que están manifestando los Estudios Culturales urbanos, cabe comenzar a abandonar esta especie de vagabundeo que hasta ahora se yergue como única instancia superadora frente a esa carencia que ya parece haber revelado su agotamiento. Es decir, el trabajo de los estudios culturales sobre lo urbano debe ser leído hoy no tanto para entender la ciudad y la sociedad urbanas, sino para entender cómo se está produciendo su propio imaginario urbano, el de la tribu global académica. En este sentido cabe la pregunta sobre cuál es el efecto sobre el conocimiento de la ciudad que genera este imaginario académico, toda vez que ante la pregunta cabe, entre otras, una respuesta: la ciudad real se habría quedado sin mapas, tan solo con “un palimpsesto (otra figura reiterada) que puede conocerse rasgando las capas superficiales homogéneas de lo social y lo cultural, recorriendo sus estratos de tiempos y espacios heterogéneos, ejercicio que sólo admite el atravesarla y experimentarla, identificar sus relatos e itinerarios proliferantes, ejercicio que implica identificar el lenguaje multivocal que hoy articula discursos, estructuras, precios, marcas, presente, futuro, todo, pero en clave de mercado y bajo la lógica del capitalismo financiero global que termina por conducir desde el capital a la estética y desde la transacciones financieras a la producción cultural[30]. La desafortunada consciencia planetaria de que nos habla Auge es la configuración de la sensibilidad que opera la tan acostumbrada insincera preocupación por los asuntos ecológicos o sociales que hoy son visibles en los fugaces momentos de “consciencia social de los postmodernos ciudadanos en acción”[31].

Los Estudios Culturales Urbanos, frente a este orden imaginado del deseo técnico, buscan mostrar la ciudad vivida a través de los imaginarios y los deseos sociales. Sin embargo, hasta ahora no habrían sido capaces de leer las exitosas maniobras tecnoeconómicas de reordenamiento y reutilización de las críticas postmodernas a su ambición proyectual, toda vez que el pensamiento técnico las viene esgrimiendo como argumento –cínico- de su impotencia frente al statu quo, es decir, cuando el caos vital de la sociedad urbana legitima el caos vital del mercado como único mecanismo de transformación de la ciudad, y el motivo cultural de la diferencia y la fragmentación legitima el motivo político de la desigualdad y la fractura.

En suma, con esta “ceguera” de los Estudios Culturales Urbanos se está corriendo el riesgo, de que los efectos de la traducción en términos espaciales del modelo de “urbanización del mundo” impulsado por el modelo económico global[32], queden plenamente naturalizados, justificados, aunque sea de manera tácita, da lo mismo. Los límites impuestos por la necesidad objetiva de la vida económica, que entre otras cosas introduce nuevas y singulares condiciones de producción de ciudad y ciudadanía al unir la política a un régimen informacional, tendrían que ser necesariamente obedecidos en virtud de una especie de reedición de la barbarie como sinónimo de la ausencia de ley del capital. Es decir, el nuevo modelo político de redes y flujos urbanos que separa y aísla la materialidad de las relaciones sociales[33], que siempre mantiene el conflicto aunque sea de manera latente[34], que mantiene una conexión exterior permanente –al sistema económico global- y una desconexión interior de las poblaciones locales que son funcionalmente innecesarias o perjudiciales desde el punto de vista dominante[35], que termina por reticular la ciudad formando una constelación de fragmentos sociales, dibujando o desdibujando una ciudad fragmentada, desterritorializada y en la gran mayoría de las ocasiones estéril, constituiría una realidad que se tiene que sostener al precio de constituir una conciencia desprendida de cualquier tipo de compromiso –cual sea su fuente-, que opere a través de una simulación artificial e interminables reproducciones de apariencia fundamentalmente vacía, hipotecando la satisfacción y la felicidad a una simulación e imitación de lo real, más que a través de la realidad misma (cuestión a evitar). En otras palabras, los Estudios Culturales en su aproximación a lo urbano han olvidado la posibilidad de cuestionar la realidad, pues en su fervoroso –como señala Zizek- empeño por explicar cómo la realidad actúa en tanto realidad, no visualizan que la realidad es también el resultado de lo que se produce en virtud de lo que dejamos de discutir y que en este ejercicio de contacto con la realidad, no se debe confundir la prueba fáctica acerca de la verdad con la verdad en sentido ético.

IV. LA CIUDAD POLIFÓNICA

Vistos algunos olvidos y extravíos de los Estudios Culturales en sus intentos vinculantes y aproximativos a la ciudad, en una especie de téngase presente, es posible –sin embargo- visualizar algunos productos que escapan a ese “mercado” de vertiginosos artículos y papers acopiados en la vitrina académica, en una cantidad que resulta dudosa en relación a una productividad crítica de los trabajos. Sin embargo, después de veinte o treinta años de estudios culturales, es posible reconocer que esta corriente ha generado algunos resultados mejores que la época de fast- thinkers en que le tocó desenvolverse[36].

Los Estudios Culturales tienen en su seno la articulación de una crítica que desprendida de lastres y modas limitantes evite la descripción “ad infinitum” de una ciudad deteriorada, cuestión que atrapa dentro de redes metafísicas que bay pasean la historia y que no permiten ver la ciudad de carne y hueso, palpar los materiales que la componen, “sus territorialidades y su desterritorialización, sus miedos y sus narrativas, sus juegos y su caos, sus trayectos a pies o en bus, sus centros y sus marginalidades, sus tiempos y sus calendarios. En especial los muy distintos tiempos de la sensibilidad que recorre las ciudades latinoamericanas, especialmente a partir de las complicidades que la estética audiovisual halla con las oralidades culturales de las mayorías y que hoy muestra de manera cada vez más fehaciente, como el hambre y el analfabetismo o neoalfabetismo se cruzan -a cada instante- con los hipermercados, los centros comerciales y las pantallas electrónicas.

De lo que se trata es de evitar peligrosas complicidades con la tendencia neoliberal que esgrime el argumento de que la ciudad “encontrará su forma” cuando el mercado libere sus propias dinámicas, mientras en el proceso se escamotean las formas de sociabilidad, el sentido del espacio público, la memoria urbana y se favorece el crecimiento de la segregación urbana y la pérdida de calidad de las prácticas democráticas locales. Procesos como la "elitización" o el afianzamiento y la expansión de guetos y de enclaves de exclusión son algunas muestras de la creciente segregación urbana producida por los “mecanismos naturales de regulación” que el neoliberalismo pone en acción[37]. La clave, entonces, que permita enfrentar esta convergencia neoliberal y evitar así estas cómplices descripciones de “cartografías frías”, implica asumir la experiencia urbana real, la experiencia de desorden y opacidad que hoy produce la ciudad, su resistencia a la mirada monoteísta y la adopción de un pensamiento nómade y plural que burle los encubiertos controles del capital y sea capaz de integrar dimensiones hasta ahora separadas, pero sin esgrimir un sentido omnicomprensivo y redentor, sino más bien reconociendo –haciendo visibles- las renovadas formas de marginación y exclusión, junto con las nuevas formas de estar juntos de las personas[38].

Esta reconceptualización de la mirada sobre la ciudad aporta el reconocimiento de la expansión de la ciudad en cuanto crecimiento de una experiencia temporal y aporta la revalorización de la experiencia y la narratividad de los habitantes, acciones cortantes y obstaculizadoras que hacen posible el desmontaje discursivo de las “ideologías” del poder que permanentemente desarraigan y privatizan la ciudad. Esta mirada recuerda que la ciudad tiene menos que ver con la alta regularidad de los modelos expertos del edificar que con el mosaico artesanal del habitar, descubriendo una geografía de las identidades que remite tanto a las figuras que demarcan las calles y las plazas como a las fisuras que introduce el desorden de las experiencias y los relatos[39]. La ciudad entendida desde la experiencia urbana es polifónica. Es ante todo una experiencia física, un objeto que se mira y un espacio público, todo por separado y todo a la vez. Luego la experiencia urbana se inscribe en un lugar que hace posibles prácticas, movimientos, acciones, pensamientos, danzas, cantos y sueños. La ciudad oscila entre una ciudad objeto y una ciudad sujeto. Por lo tanto, el sentido inicial de la condición urbana, desde este significado, es entender la ciudad como condición de posibilidad de diversas relaciones (corporal, escénica, política), como un lugar que da forma a prácticas infinitas y que tiene una connotación pública[40].

De manera que cuando se aborda la ciudad desde el campo de la experiencia –experiencia urbana-, se reconoce en ella la simultánea existencia de “múltiples ciudades” y de diversas miradas sobre su espacialidad. Más aun cuando se reconoce, contemporáneamente, que la experiencia urbana está profundamente mediada por el campo de la comunicación, que presenta la ciudad -desde un sentido vivo- como un lugar “contaminado” tanto en sus espacios como en sus discursos, incontenible dentro de un molde estático, sólo referible mediante formulas disímiles y estéril en la univocidad de una posible definición[41]. No hay, por tanto, una ciudad[42]. Artificial resulta, entonces, aquella pretendida naturalización de la degradación urbana descrita hasta la saciedad, que muestra la inestabilidad económica, social y geográfica derivada de la desestabilización general del entorno como el lado negativo de la movilidad de los nuevos filamentos urbanos, pero que de todas maneras están ligados a los aspectos más dinámicos de la economía, algo así como el sudor y lágrimas del sueño americano[43]

Pensar la ciudad desde experiencia urbana, que hoy por hoy implica mirarla desde la íntima relación que tiene con la comunicación y la cultura, no es nada nuevo mas sí reciente. En los años ochenta, como parte de ese corrimiento del objeto de estudio que se sintetizó Martín-Barbero en el pasaje de los medios a las mediaciones, -junto con otros como Mattelart con su Propuesta de una genealogía de la comunicación– que comienza a indagar la comunicación en tanto proceso cultural de producción, reproducción, circulación y usos de significados sociales, y como cuestión de sujetos y no sólo de aparatos (...sean tecnológicos o ideológicos del estado), es la emergencia de nuevos temas de estudio: las culturas juveniles, los movimientos sociales, la ciudad como espacio de comunicación[44].

De manera que el motivo de emprender, a través de la experiencia urbana, la “búsqueda” de una ciudad que se desmarque de la recombinación que realiza el capital financiero sobre las políticas urbanas y sobre las maneras de vivirla[45], es precisamente evitar la preeminencia de enfoques que resultan “oficiales” y que hoy por hoy borran de una sola plumada y con ausencia total de reflexión colectiva, las huellas de tradiciones, de lugares, de espacios de encuentros, de la calle. Es obvio que no hay aquí una defensa de “mundos de la tradición” -algo meridianamente clarificado-, sino el intento contrario de sondear y navegar por el congestionado tráfico de significantes que saturan la urbe, en un contexto en que ésta activa y desactiva espacios, lugares y tiempos en relación con la lógica de la comunicación y las políticas de sentido movilizadas desde la mencionada óptica neoliberal. En este sentido, Martín barbero nos abre una reflexión sobre la experiencia urbana que muestra los descorrimientos en torno a una producción de sentido que se creía ausente en los antiguos enfoques sobre comunicación y sobre la ciudad, descorrimientos que reportan precisamente una experiencia urbana que muestra lugares indeterminados, o “zonas temporalmente autónomas”, sitios expresivos de la violencia resultante de las nuevas maniobras de subalternización, puntos de fuga en relación al funcionamiento del capital y que –como ya se señaló- presentan a la ciudad como un espacio no lineal, de andar rapsódico, con saltos hacia delante, con permanentes reconstrucciones históricas cooptadas por el capital; un espacio que muestra mapas de esperanza, pero también escenas de sombrías premoniciones.

De manera que la ciudad viva es -y no la “ciudad muerta del capital”- sobre la cual se deben averiguar cada vez con mayor precisión y rigurosidad sus coordenadas de ubicación, a través del mapeo de sus características esenciales de formación, de sus horizontes de conciencia posible y de las formas de subjetivación que pone en juego, traduciendo –aunque sea provisoriamente- su realidad a un programa que permita accionar en sus intersticios, bifurcaciones y fracturas acciones y gestos conducentes a recuperarla, a liberar su deseo, a soltar las amarras que la transforman en un espacio otro donde caminan por las calles más consumidores que ciudadanos, más patologías que corrientes sanas, más gente que no se pertenece y que vive atemperada por las precariedades de un modelo que emblematiza en las calles los monumentos de su alma financiera y especulativa.

La ciudad actual nos presenta por un lado, una condición urbana en un sentido experiencial y corporal, explicitada en un tipo ideal de ciudad, que vincula elementos mentales, físicos, imaginarios y espaciales, y que da sentido a una experiencia de lugar, entendida como la posibilidad ilimitada de relaciones en un espacio físico limitado. Por otro lado muestra, igualmente, una condición urbana en el sentido de las nuevas tecnologías, las comunicaciones y transacciones globales, que anteponen la importancia de los flujos por sobre la de los lugares, dividiendo a la ciudad entre la hipermovilidad y el estancamiento. El ejemplo de esta segunda condición urbana, lo constituyen las ciudades globales, los filamentos urbanos[46] y las megalópolis contemporáneas especialmente las tercermundistas.

Es así como, finalmente, la propuesta de un imperativo político de recuperación del lugar, de la experiencia urbana, enfrentada como está, a las consecuencias perversas de la modernidad y la globalización, puede permitir la reconsideración de la dimensión política de la ciudad, su vínculo con la democracia, en una mundialización que divide, fragmenta y separa, en lugar de reunir y de relacionar. Con todo, manifestar, fundamentada y explícitamente, esta urgencia de recuperación de lo político, a partir de la lucha por el lugar como una posible sucesión de la lucha social en un contexto postindustrial[47], es quizás el mayor aporte que un renovado prisma de trabajo desde los Estudios Culturales puede realizar; esa debe ser la apuesta toda vez que la realidad no es una “naturaleza en desenvolvimiento”, no es esa neo ideología que ocupó los parajes del sentido cuando estos quedaron vacantes o por lo menos con muy pocas referencias sobrevivientes a la fractura virtual de la duración[48].

Hace ya un par de décadas que se ha cruzado el mural de la postciudad, entrando a una etapa en la que entidades ayer circunscriptas en lugares autónomos, ahora dependen de factores exógenos, principalmente, los flujos tecnológicos, las telecomunicaciones y los transportes, donde el equilibrio ideal entre los lugares y los flujos se ha vuelto completamente ilusorio y el modelo de la ciudad concebida como una gran aglomeración que reúne e integra, está en vías de fragilización y marginación. El espacio ciudadano de ayer, frente a la consumación de la dispersión, de la fragmentación y de la multipolarización”.

Frente a este escenario, es que el objetivo general de este texto ha sido reflexionar sobre la naturaleza de la ciudad latinoamericana y la experiencia urbana, de manera de devolverle sus formas y sus límites, dar cuenta de los procesos de reterritorialización y reconfiguración de los territorios ante la preponderancia neoliberal de los flujos por sobre los lugares, postulando la reconsideración de la dimensión política social de la ciudad, su necesario vínculo con la participación colectiva en la construcción del espacio público y así delinear una manera de revertir los efectos negativos y polarizadores de la dinámica actual de metropolitanización que se traduce en la condensación de la población en torno a las dinámicas de la desigualdad y de la violencia, pero que hasta ahora ha sido encubierta o pastuerizada por la ideología de la apariencia, de la evidencia y del presente, esa que está dispuesta incluso a captar a sus disidentes y que ha terminado por sobreponer a la ciudad mundo (la ciudad de las duras realidades) la ciudad mundial o metaciudad virtual constituida por los medios tecnocomunictivos que encierran el planeta en redes cuya labor –muy efectiva hasta ahora- es homogenizar la imagen del mundo..

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[1] Deleuze, Gilles, Postdata sobre las sociedades de control, en El Lenguaje Libertario (antología del pensamiento anarquista contemporáneo), Ferrer, Christian (Compilador), Terramar Ediciones, Argentina 2005

[2] Larraín, Jorge, Modernidad, razón e identidad en América Latina, , Santiago de Chile, Andrés Bello 1996

[3] García Canclini, Néstor, Culturas Híbridas, Grijalbo, México D.F., 1989

[4] Carlos García-Bedoya M, Los Estudios Culturales en debate: Una mirada desde A. Latina , Revista de Crítica Literaria latinoamericana, Año XXVII, Nº 54. Lima-Hanover, 2do. Semestre del 2001, pp. 195-211

[5] Marín-Barbero, Jesús, Oficio de Cartógrafo, Fondo de Cultura Económica, México D. F. , 2004

[6] Richard Nelly, “Globalización académica, estudios culturales y crítica latinoamericana”, en Arte en América Latina y Cultura Global, Rebeca León (compilador), Dolmen Ensayo, Santiago 2002

[7] Castro Gómez, Santiago – Mendieta, Eduardo, Teorías sin disciplina, México, Universidad de San Francisco, 1998

[8] http://www.atributosurbanos.es/terminos/ciudad-difusa/

[9] http://www.atributosurbanos.es/terminos/ciudad-difusa/

[10] Harvey, D. The condition of postmodernity. Londres: Basil Blackwell, 1989.

[11] Néstor García Canclini,"El malestar en los estudios culturales", Fractal n° 6, julio-septiembre, 1997, año 2, volumen II, pp. 45-60.

[12] Castro Gómez, Santiago – Mendieta, Op. Cit.

[13] García Canclini, Néstor, Culturas Híbridas, Op Cit

[14] Gorelik; Adrián, “Imaginarios urbanos e imaginación urbana”, ponencia presentada en el encuentro sobre los "Límites del Imaginario", en la Sexta Conferência Internacional Agenda do Milênio, UNESCO, ISCC, Universidade Candido Mendes, Río de Janeiro, 22 a 24 de mayo de 2000, y publicada en Mendes, Candido y Enrique Rodríguez Larreta (eds.) (2001).Collective Imaginations: Limits and Beyond. Rio de Janeiro: UNESCO-ISSC-Educam.

[15]Gorelik, Adrián, Op Cit

[16] Del Valle, Teresa, Andamios para una nueva ciudad. Lectura desde la Antropología, Valencia, Universitat de Valencia, 1997

[17] García Canclini, Nestor, Imaginarios Urbanos, Argentina, Eudeba, 1999

[18] Gorelik, Adrián, Op Cit

[19] Gorelik, Adrián, Op Cit

[20] Gorelik, Adrián, Op Cit

[21] Bajo estos efectos, la ciudad se rinde junto con su propio lugar de constitución: lo político,

[22] Palladito, Juan Pablo, La ciudad política en la era de lo audiovisual, http://www.atributosurbanos.es

[23] Gorelik, Adrián, Op Cit

[24] Gorelik, Adrián, Op Cit

[25] Gorelik, Adrián, Op Cit

[26] La invención de lo cotidiano de Michel de Certeau de 1980, y "El posmodernismo como lógica cultural del capitalismo tardío" de Fredric Jameson de 1984

[27] Gorelik, Adrián, Op Cit

[28] Gorelik, Adrián, Op Cit

[29] Gorelik, Adrián, Op Cit

[30] Jameson, Frederic, Teorías de la Postmodernidad, Editorial Trotta, Madrid, España, 1996

[31] Augé, Marc, Por una Antropología de la Movilidad, Gedisa, Barcelona 2007

[32] Augé, Marc, Op Cit

[33] Castell, Manuel, Op Cit

[34] Habermas, Jürguen, Teoría y Praxis, Tecnos,, Madrid, 1990

[35] Castell, Manuel, Op Cit

[36] Néstor García Canclini,"El malestar en los estudios culturales", Fractal n° 6, julio-septiembre, 1997

[38] Marín-Barbero, Jesús, Oficio de Cartógrafo, Fondo de Cultura Económica, México D. F., 2004

[39] Marín-Barbero, Jesús, OP CIT.

[40] Mongin, Olivier, La Condición Urbana. La ciudad a la hora de la mundialización, Paidós, Buenos Aires, 2006

[41] Badenes, Daniel, Comunicación y ciudad: líneas de investigación y encuentros con la historia cultural urbana, Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires / Universidad Nacional de La Plata (Argentina)

[42] Históricamente han sido diversos los criterios que han corrido a conceptuarla: el tamaño (amplitud territorial, número de habitantes) o bien la densidad de población, cierta morfología (presencia calles, plazas, vías de comunicación), los sectores de producción (predominio de la industria o los servicios), etcétera. Dicho se de paso, que estas primeras aproximaciones, en general vinculadas a enfoques cuantitativos, tienen poco o nada de reflexión sociocultural.

[43] Augé, Marc, Op Cit

[44] Gorelik, Adrián, Op Cit

[45] Berardi, Franco (Bifo), Generación Post – Alfa, Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo, Tinta Limón Ediciones, Buenos Aires 2007

[46] Uno de los aspectos que define Augé (en “Por una Antropología de la Movilidad”) como característica de la traducción espacial de la universalización (globalización).

[47] Mongin, Olivier, La condición urbana. La ciudad en épocas de mundialización, Paidós, Argentina 2007

[48] Escobar, Ticio, Los Parpadeos del Aura, en Arte en América Latina y Cultura Global, León, Rebeca (Compiladora), Facultad de Artes de la Universidad de Chile, Santiago, 2002